lunes, 10 de septiembre de 2007

Sin confirmar

He empezado a creer que existe el amor duradero. Llevo años sabiendo -no lo pensaba, lo sabía, con la misma certeza que a los 5 años sabía que existían los Reyes Magos- que el amor termina (en realidad, el enamoramiento, pero es una palabra tan fea que pretendía evitarla), que es algo fisiológico, que somos víctimas del efecto Coolidge (la atracción por lo novedoso), y que nos saciamos de lo que vemos/usamos cada día. Lo entendía como un proceso natural, no pasa nada. Lo disfrutas un tiempo, lo vives intensamente hasta que pierde sus efectos. Sólo hay que reescribir los cuentos para que lo sepamos todos y aprendamos desde pequeñitos a no sufrir cuando acaba. Los finales felices son historias que aún no han terminado. Sin embargo, he encontrado una excepción que me ha hecho dudar.
Hay una canción que no deja de gustarme por muchas veces que la escuche. Llevo años poniéndola incesantemente, y siempre me hace saltar por dentro. Cuando alguna canción me engancha, la repito y la repito, y la tarareo, y la canto, y la oigo mentalmente, y se la pongo a la gente, y apenas oigo otras canciones,... Pero al cabo del tiempo, caben dos opciones: que simplemente me deje de gustar, o que acabe odiándola; exactamente igual que con mis relaciones (hay una opción más en las relaciones, pero, es curioso, con las canciones no me suele pasar que ella se canse de mí antes que yo de ella). Y cuando una de esas dos cosas sucede, si vuelvo a oirla, o me es indiferente (saludo educadamente y pregunto por cortesía cómo le va todo) o no la puedo soportar y la quito corriendo (lo evito, o saludo desde lejos con cara de asco contenida). Esta canción aún me hace vibrar. Nada más escuchar las primeras notas empiezo a sonreír, y antes del primer minuto -¡de los 13 que dura!-, ya tengo ganas de comerme el mundo, y todo es perfecto de repente, y todo tiene sentido; y soy más guapa, más segura, y más capaz, y no tengo miedo. Y soy feliz. Exactamente igual que cuando me enamoro. En realidad, no es de un cantante que me guste especialmente, ni del estilo de música con el que suelo disfrutar más, pero consigue lo que otras que sí cumplían con todo lo que yo creía que tenían que cumplir, no han conseguido. Exactamente igual que de quien me enamoro. Resulta que la lista de "cualidades que busco en un hombre" sólo sirve para no quedarme en blanco cuando alguien con el que tonteo me pregunta qué busco en un hombre ("si-le, si-le, no-le,...") o para hacerme ilusiones cuando alguna amiga me habla de algún conocido que es precisamente lo que busco (llamamiento a mis amigas: olvidaos de mi lista; necesito un alquimista o un hipnotizador -urge-).
Y desde hoy, que me he dado cuenta de que existe una canción que después de años me hace sentir lo mismo que la primera vez, acuno una fe recién nacida a la que intento proteger de mi pasado de sin-futuros, de mi atención selectiva a las parejas rotas, y de mi miedo al compromiso y al conformismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enhorabuena!!! Es difícil encontrar una buena canción. A veces pasas incluso años comprando CDs, crees que es el definitivo pero no. Otras veces es preciso escuchar muchas canciones, que empiezan bien pero que cuando empiezan a cantar se fastidia el tema... Es verdad que otras canciones cansan... Pero cuando encuentra TU canción, la definitiva, es algo mágico. Es increíble el dar con esa música que sabes que la escucharás el resto de tu vidad, y lo que es mejor, que cuanto más la escuchas más te gusta, descubres siempre un matiz nuevo. Enhorabuena!!!

Pequeña Desorden dijo...

Que preciosidad de post, Alma Cantarina!!! Me encanta el simil!Hace mucho tiempo alguien me preguntó qué canción me llevaría a una isla desierta sabiendo que ya no voy a volver a escuchar ninguna otra durante el resto de mi vida. Desde que me hicieron esa pregunta (que me formularon de un modo menos dramático del que yo me lo tomé) he cambiado por lo menos 6 veces de canción...