sábado, 8 de diciembre de 2007


domingo, 25 de noviembre de 2007

To be or not to be

A dos minutos de poner dos tablas de madera cruzadas sobre mi blog, porque cometí un estúpido error que ahora me obliga a censurarme y eso no es, me planteo si poner un nuevo link de alguien que me ha descubierto la de siempre (¿gracias?; me he vuelto a enamorar de un chico que no conozco). O si escribir de mi falta de personalidad, o más bonito, de mi enorme capacidad de mimetizarme con todos los estilos de la gente que leo y me gusta (bloggers o no). O si, ahora que he tenido que coger 12 taxis uno detrás de otro (29 años, 7 taxis, tres días, 12), comentar el misterioso efecto del volante imantado de los taxis que hace que la distancia entre el mismo y el taxista no supere los 25 centímetros. Pero este tema se haría largo (lo que solía ser mi tónica general, hasta que el inseguro camaleón que llevo dentro me tentó a probar otras cosas), porque también querría disertar sobre si ese trabajo provoca tics y desequilibrios mentales, o si el carnet de taxista exige que las prácticas se hagan en los coches de choque. Y como tampoco tengo tiempo -pero no os puedo explicar por qué; recordad, ahora tengo que censurarme-, pues lo dejo aquí.
Y como siempre, me pido un día más para decidir. Matar, por mucho que sea a un ser (si me creo que las plantas tienen vida, los blogs no van a ser menos) que se diría que siempre ha estado muerto, es una decisión que no se puede tomar a la ligera.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Perdiendo el tiempo

Domingo, por la tarde, tipo... 17:30. Nada que hacer. Tenía ganas de perrear (es decir, leer, escuchar música,...), porque entre semana le regalo todo mi tiempo a la empresa en que trabajo (porque son majetes) y se añora la vida silvestre (la-la-lalala-lalalalalaaa). Pero como ha sido un fin de semana largo (es un decir; un fin de semana nunca puede ser largo), pues ya lo hice ayer, y hoy... "meaburro!" (léase como lo diría Homer).
Y en estos momentos me pregunto por qué me quité de aquella página de contactos, que podía haber puesto punto final a mi solitaria existencia. No es que no tenga amigos, es que la mayoría tienen pareja, y el domingo es el otro día pseudo-oficial de la pareja (después del patrocinado por el capitalismo).
Estuve dos meses, exponiendo mi fotito, con un texto (en la jerga, "anuncio", lo que según Wikipedia, "es un mensaje destinado a dar a conocer un producto... con propósito persuasivo..." lo que me devuelve una imagen de mí misma que no me gustaría que se entreviera en mi anuncio) , como decía, con un texto ingenioso, y una descripción vulgar sobre mí (qué música te gusta, qué comida, cuánto mides y pesas,... me extraña que no preguntara por mi color favorito). Y con eso, pretendía yo que otro descreído del medio, pero frustrado porque su círculo parecía no ampliarse hacia el lado adecuado y porque el 95% de la gente con la que trabaja fuera de su mismo sexo, pretendía que ese alguien interesante, con su fotito de chico normal-con un punto-atractivo, su texto ingenioso, y su descripción inevitablemente infantil e inútil para los efectos, contactara conmigo. Y una de dos, o no me vio (es alucinante la cantidad de gente que hay ahí metida), o estaba en un bar usando la forma tradicional para conocer a una sucedánea mía. Pocos pasaron la primera prueba: decir algo ocurrente. Ninguno la segunda (me la guardo). De cualquier forma, me resistía a quitarme (alimentaba mi ego cada mañana revisando cuánta gente había respondido a mi anuncio -está torcidita la palabra porque me ha dado un escalofrío al escribirla-), hasta que un día, volviendo a casa en el tren, un chico se quedó mirándome fijamente. Cuando lo noté, le miré, y la mantuvo. La quité. Y seguía notando su mirada sobre mí. Y así la media hora que duró el trayecto. Y mi vena paranoica decidió que me había visto en la dichosa paginita, y que sabía que no sólo estaba sin pareja, sino que estaba buscando "algo" y eso le daba a él derecho al menos a observarme intrusivamente. Llegué a casa, subí corriendo las escaleras de caracol, encendí la luz y me suicidé -no, perdón, eso es de otra historia- ... subí las escaleras, encendí el ordenador y me borré. Seguido de un suspiro.


Mi moraleja: la química es indetectable a través de un ordenador y pretender controlar lo que debe ser espontáneo es una paradoja insalvable (de la que ya hablaba un sesudo psicólogo).

viernes, 9 de noviembre de 2007

Talento

Recurrentemente, tengo una discusión con una amiga sobre si el talento es algo que viene de serie o si el esfuerzo es suficiente para conseguir grandes cosas (la discusión no es tan simplista, pero por abreviar). Yo soy la que defiende que lo determinante es el talento, y que sin él, el esfuerzo pierde el tiempo. Hay quienes se empeñan y consiguen hacer cuadros-libros-canciones-...(arte, en general) digeribles, incluso bonitos-interesantes-pegadizas. Y, oye, tienen su mérito. Pero sólo los seres con talento consiguen hacer magia. Sólo lo que ellos hacen atrapa y conmueve.
El autor de este cuadro es un niño encantador de una familia bien, que tras un tiempo sin rumbo, y bajo cierta presión familiar para que fuera a la Universidad, estudió Bellas Artes. No parecía algo vocacional, y la gente sospechaba que era la adoración por su padre, también pintor, lo que estaba determinando su elección. Se dejaba llevar. Pero su talento estaba al acecho.


Y ahora no puedo dejar de mirar este cuadro.


Es de Pablo Pereda, y se está exponiendo la colección "Momentos" en el Café Galdós, en Madrid, C/ Madrazo, 22, metro Sevilla.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Cosas que nunca te dije

No huyáis, no es una (otra) declaración de amor. Es sólo una lista de cosas de las que nunca se habla, con una breve introducción sobre mi preocupación por este hecho. ¿Por qué no se habla de ello? ¿Quién intenta taparnos la verdad? ¿Qué intereses hay ocultos? ¿Qué organizaciones: el CNI, la TIA?

- Desde hace unos años (¿tres, tal vez?), la radio española se limita a repetir y repetir lo que ellos han decidido que son “grandes éxitos” (salvo Radio 3, a la que tampoco le cojo el punto). Lo fueron haciendo poco a poco, y una de dos, o somos todos estúpidos y no nos hemos dado cuenta, porque se nos han frito las neuronas viendo el Tomate, El Diario de Patricia, etc., o nos gusta que nos repitan y repitan las mismas canciones una y otra vez, como a los hamsters les gusta dar vueltas a una rueda una y otra vez. Qué placer infinito. El caso es que no han debido de perder audiencia, porque si no, ya habrían cambiado de estrategia. Tragamos, ¿qué opción nos queda? ¿Enviarles una carta quejándonos, carta que nos llevaría escribir varios meses –sin faltas, incluso años-, para que nada cambie? A mí me exaspera. Me estomagan ya las dichosas cancioncitas, y seguro que me estoy perdiendo millones de cosas nuevas que me harían disfrutar enormemente, por culpa de la dictadura de la radio.
- Los zapatos y las sandalias de chica. Una amiga mía sí habló una vez de ello en su blog, pero me parece que sin la indignación que corresponde. ¿Cómo puede ser que absolutamente todos los zapatos y sandalias de chica hagan daño o rozaduras o su puta madre? ¿Y por qué tenemos que aguantarnos? ¿Por qué? Ni siquiera pagar un buen dinero (90€) por un par te asegura que te libres de la tortura. No. Me imagino a misóginos diseñadores de zapatos sonriendo maquiavélicamente sentados en un sillón con orejas, mientras acarician a su gato persa blanco (¿esto es del Inspector Gadget?). ¿Pero qué he hecho? Prefiero andar descalza o cortarme los pies antes que tenerme que poner esos elementos de castigo. Y aún así, muchas de nosotras mantenemos la sonrisa y somos simpáticas con la gente. Y no es cosa de mis pies; cuesta sacar este tema, pero cuando he conseguido que alguien cantara, me han confesado que ellas también sufren. Y sé que las he puesto en peligro por hacerme estas declaraciones, pero hay que hacer algo contra ello y las revoluciones requieren del sacrificio de algunas almas anónimas.
- Y la fruta. Los que tenéis más de 25 años, ¿recordáis cómo sabía la fruta? Suena a abuela y a “en mi época todo era mejor”, pero decidme que la fruta de ahora está rica. Los melocotones saben a insecticida, los que saben, los tomates ni siquiera (¿el tomate es fruta o verdura?), la sandía también sabe artificial, las fresas muy gorditas, pero insípidas, las ciruelas, los nísperos, y así el resto. Y te dejas un riñón en comprar una cosa asquerosa que te comes sin rechistar, sin siquiera hacer un comentario a tu acompañante de lo asquerosamente mala que está desde hace años la fruta.
- El tren de Cercanías. El tremendo problema de Barcelona tiene aquí a su silenciado hermano pequeño. Cada día de mi vida el tren sufre retrasos. Cada día. A veces, son cortos retrasos de 10 minutos (10 minutos que eran míos y que si no me los hubieran robado, seguro que los habría aprovechado), y a veces son retrasos de casi una hora. Sí, así es. Y para qué nos van a informar del tiempo previsto de retraso, por no hablar del motivo –alto secreto siempre-, si, total, tragamos y seguimos ahí sentaditos, muchos dormitando igual de plácidamente, otros refunfuñando por lo bajo, otros con una actitud impasible de persona madura que acepta los contratiempos con aplomo,… La última vez sí que dijeron algo por megafonía. Después de 40 minutos parados sin informarnos de nada, decidieron poner la cinta de “Señores viajeros, debido a las obras en la estación de Chamartín los trenes están sufriendo retrasos de 5 minutos. Disculpen las molestias”, seguida a los pocos minutos por la cinta de “Señores viajeros, por avería en la señalización de las vías, los trenes están sufriendo retrasos de 10 minutos”, y una más: “Señores viajeros, por ___ (no me acuerdo; también era mentira) los trenes están sufriendo demoras de más de 15 minutos”. Sí, empezamos a notar las demoras de más de 15 minutos hace unos 15 minutos; ¿puede ahora darme una información que sí me sirva de algo?

Habrá continuación, os lo voy advirtiendo.