viernes, 31 de agosto de 2007

Estoy hasta las bodas

La primera vez fue cuando tenía 4 años. Estaba en el lago de El Retiro, montada en una barca con mi padre (a partir de ahora, "El Hombre Desesperante", que es mucho más corto) y mi padrino. Yo les veía remar y me entraban unas ganas incotrolables de hacerlo yo. Por algún motivo, me parecía fascinante y tremendamente divertido. "¡Yoquierorremaaaar, yoquierorremaaaaar, yoquierorremaaaaaaaaaaaaar!". Hasta que El Hombre Desesperante paró en seco y extendió sus brazos acercándome el remo. "Rema". Me invadió el terror. "¡Noquirremar, noquirremar, noquierooo!". ¡¿Pero este hombre no se da cuenta de que soy un garbanzo, con los brazos cortitos, las piernas cortitas y la falta de destreza de un niño de 4 años?! ¡No quiero remaaaaaar! Empecé a darme cuenta de que a veces nos empeñamos en cosas que en realidad no querríamos si las conociéramos mejor.
A los 6 años envidiaba el aparato de dientes de mi mejor amiga. Así que tomé una decisión: iba a poner todo mi esfuerzo en que mis dientes salieran torcidos, para que mis padres no tuvieran más remedio que ponerme aparato. ¡Ja, ja, ja; qué malévola! Concienzudamente me ponía el pulgar en el hueco del paladar que juraría que está hecho a medida para el mismo, y empujaba los dientes hacia fuera. Me llevaron al dentista y tras superar la prueba de la pasta que da arcadas -cof-cof-cof y una sonrisa-, me pusieron aparato. Incluso el primer día fue divertido: "Mizda, mamá, qué fbienf me quezda edz afazdazto". No tardé en desearle lo peor a ese ingrato artilugio que, a pesar de lo que yo le había querido, sólo me hacía daño. Así que un día, en un restaurante, lo envolví en una servilleta de papel, y lo dejé allí al irnos, como descuidadamente.
Hasta los 27 años yo nunca había ido a una boda. Toda la gente que conocía había ido al menos a una y, aunque no lo contaban eufóricos, nadie se quejaba. Qué experiencia, ¿no? Ir a una iglesia y ver cómo dos personas siguen un ritual que no han hecho en la vida, delante de un montón de gente, algunos de los cuales no han visto en la vida, mientras se promenten cosas que no van a cumplir en la vida. Y después, toda esa mezcla de gente se sienta en unas mesas y come. Hmmm. ¡Come! ¡Y después bailan! Por favor, ¿¡cuándo más voy a tener oportunidad de hacer esas cosas?! Entonces... desee ir a una boda. Desde aquél momento, llevo 5, y la 6ª se aproxima. Y no puedo soportar más la pérdida de tiempo que es ir de tienda en tienda buscando un vestido-unos zapatos-un bolso-un chal-unos pendientes- que me gusten, el desembolso que suponen el vestido-los zapatos-el bolso-el chal-los pendientes-la peluquiería-el regalo- el desplazamiento-el hotel, las malgastadas horas en la entrada de la iglesia-en la iglesia-en la salida de la iglesia-en el cóctel-en la comida/cena-en el baño subiéndome las medias-en el baile-en el hall despidiéndonos, intercambiando insustanciales comentarios con desconocidos y fingiendo alegría por algo que a mí no me mueve un pelo. Para que mi castigo por desear lo que no debo sea más espeluznante, en la última boda, mi amiga me pidió que le escribiera un texto. Una semana después de su boda, yo tenía el examen para unas oposiciones, así que sufrí crisis de angustia hasta el "día B" y la odié por obligarme a hacer algo que siempre he defendido que tiene que salir solo -lo que dificultaba aún más que se me ocurriera una frase distinta a: "mi amiga, queridos invitados, es una egoísta a la que le importa una mierda mi futuro, y esta boda, en la que estamos reunidos, no justifica lo que me ha hecho pasar"-. Lo que finalmente escribí, les gustó, así que mi amiga "M.", que se casa ahora en Septiembre, ha decidido que ella también quiere uno.
¿¡Y ahora qué hago yo para librarme?! ¿Digo que no quiero-no quiero, o me meto en una servilleta y me quedo en la mesa de un restaurante, rogando porque me tiren a la basura?
M., cuidado con lo que deseas, porque puede que te arrepientas.

jueves, 30 de agosto de 2007

Petición

Antes que nada, necesito demostrar mi emoción por haber logrado hacer un segundo comentario sin tener que iniciar un tercer blog: yuju.

Esto es una petición -de la que puede que me arrepienta- a todos los camioneros que leen este blog (veamos... dejándome llevar por mis prejuicios, diría que no será más del 2% de los visitantes, y si a eso le añadimos que aún no ha entrado nadie en este blog... el 2% de cero es... 100 es a cero como 2 es a x... Creo que mi petición no va a surtir efecto).
En cualquier caso, la dejo aquí por si algún camionero entra por casualidad, y decide llevar el tema a su siguiente junta de camioneros (es una cuestión que no se comenta mucho, pero creo que es innegable que se trata de una secta: todos visten igual, hablan igual, hacen las mismas cosas, y escogen las mismas estaciones de servicio para hacer sus paradas. ¿Coincidencia? No lo creo).
El caso es que todos los veranos tiene lugar la misma circunstancia. Mientras voy conduciendo camino al trabajo, por la carretera de Madrid que está más de moda entre los camiones, algún camionero al que adelanto o del que paso al lado, me pita (hay distintas variantes: dos pitidos cortos -pi-pi-, un pitido y luces -pi-... pla-pla-...-pla-pla-, etc.). Mi reacción instintiva (debe de ser algo intrínseco, que se pasa de generación conductora en generación conductora) es pensar que le pasa algo a mi coche y que me intentan avisar. Miro por los retrovisores a ver si una columna de humo negro sale por el culito de mi pantera azul, cierro los ojos intentando agudizar el resto de sentidos, para detectar si se me ha pinchado una rueda, miro que la puerta del copiloto esté bien cerrada y no a punto de abrirse con el viento y ser arrancada de cuajo,... Se me ocurre también que se me haya descolgado un faro, o que lleve un golpe aterrador en algún lado, y me entran ganas de girar bruscamente y pararme en el arcén para comprobarlo. Pero decido que no voy a solucionarlo en el arcén (siempre me olvido de coger el martillo para arreglar los golpes y el soplete), y sigo elucubrando otros posibles motivos. Tal vez haya adelantado muy pegada, o él fuera a meterse en mi carril y no le he dejado sin darme cuenta, ... Y entonces me viene una luz. "Un momento... Esta vez también era un camionero el que te ha pitado. ¿Por qué siempre te avisan de algo grave los camioneros? ¿Y por qué siempre en verano?" Tirando del hilo y siguiendo pistas, creo haber encontrado el por qué: llevo escote. (Seguro que el resto de mujeres que vais en coche por sitios con camiones, ya habías deducido por qué os pitaban. Podíais habérmelo dicho...)
Agradezco su intención, sres. camioneros, pero, por favor, teniendo en cuenta lo obsesiva y ligeramente paranoica que soy, me asusto cuando me pitan, así que les rogaría que lo sustituyeran por algún gesto obsceno que pueda ver a través de mi retrovisor, o por algún comentario soez desde su ventanilla.
Como decía al principio, puede que me arrepienta de esta petición porque el KuKluxKlaxon decida, en sus reuniones secretas, dejarme sin sus muestras de aprecio, como castigo a mi ingratitud, y que sin ello mi autoestima se resienta. Pero es que me ataca, y siempre me quedo con la duda de si no me habrán pitado porque he hecho algo mal sin darme cuenta.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Segundo intento

No es la primera vez que tengo un blog, no, ni mucho menos. Ayer empecé otro, pero hoy he sido incapaz de entrar de nuevo para escribir un segundo post. Lo he intentado toooda la mañana (un saludo a mi jefa!), cosa que no debería contar para que no se me tache de inepta tan pronto (ya mejor, más adelante), pero así ha sido.

He sido perseverante, lo juro, pero me he desesperado (y he desperseverado). He seguido escrupulosamente todas las instrucciones de los majetes que se encargan de esto, pero llego a un bucle sin solución, así que esta es la alternativa b.

Teniendo en cuenta mi imposibilidad para ni siquiera postear, entenderéis que la estética de mi blog deje mucho que desear, ¿verdad? Pido mil disculpas y os suplico que me ilustréis (si alguna vez alguien llega a leerme y progreso en mi intento de llegar a donde está mi idolatrada "La Mujer Tirita"). ¿Cómo, por Dios, cómo se hace?

Lástima que esto (léase "esta basura") pueda ser lo último que escriba al mundo (si vuelve a no dejarme, no empiezo un tercer blog; que no crea en las señales no significa que no existan).